" una necesidad de ser yo misma, de experimentar
mi condición más profunda, los puntos de torsión de mi sistema afectivo, los
límites de mi corporeidad y el olor del exceso”.
Para llegar a esa idea he pasado por muchas fases.
Comencé,
como todos, con deseos infantiles reprimidos por la moralidad católica.
No
se podía una masturbar porque eso era pecado y luego encima tenías
que confesarlo a un señor que te conocía a ti y sobre todo conocía a tu madre.
Luego
te casas y te hacen creer que con el sexo marital ya es bastante.
Hasta
que descubres que no estás haciendo nada malo y que te está sirviendo para
conocer tu cuerpo y con ello empezar a vislumbrar lo que es tener una autonomía
sexual.
Y
es ahí donde entra mi siguiente fase, entender que yo soy una persona autónoma
aunque esté casada y que mi deseo y mis necesidades son mías y no debe estar supeditado
al deseo y necesidad de mi cónyuge.
Las
mujeres habitualmente desde los valores sociales tradicionales, sólo pueden
disfrutar de su sexualidad dentro del matrimonio o dentro de una relación de
pareja monógama.
Yo
creo que necesitamos saber que somos libres. Vivir sin la
sensación de sabernos libres es muy frustrante y angustiante.
Hasta ahora me habían inculcado que lo único que
existía para una mujer era hacer el amor y no hacer el sexo. Lo segundo estaba
reservado para aquellas mujeres de moral dudosa.
Pero
yo no creo en eso. Separo lo que es hacer el amor y follar aunque se pueden
mezclar los dos términos. Se puede hacer el amor follando.
Para
mi hacer el amor implica estar enamorada de la persona con la que estas y poner
en medio de la relación todo el amor que sientes por ella.
Follar es hacer sexo y
no tienes por qué estar enamorada de la persona con quien lo haces y sin que
por ello puedas sentir que traicionas a la persona que amas.
Creo en que tienes que tener una mentalidad abierta,
querer disfrutar del sexo con total plenitud explorando todas
sus posibilidades y sobre todo, ser tu misma.